Nueva York, 9 de abril
A Mr. J.G. Underhill
Pero ¿es, mi querido amigo, que han hechos ustedes New York expresamente para salvarla del fuego?
…Está enjaulada la ciudad en las escaleras de incendio, como un mueble viajero que fuese facturado en gran velocidad de aquí al antro plutónico. A los tres días, la obsesión es un incendio total de la imaginación del renaciera nuestra idea a cada paso, igual que el Ave Fénix de la copla andaluza. El fuego es lo único que hace, por la ley, parar estas calles que andan. Su campaneo constante, ahoga, ahoga, ahoga el cantar –esquilas y músicas– de la vida y de la muerte, como en un tercer estado que fuese el único y el decisivo. ¡Fuego!
La primavera aslata las escaleras de hierro, sin pesnar que la pisarán todos los días huyendo en cueros, y que los cristales rotos a hachazos herirán, cada noche, su carne tierna. ¡Que me quiten de mi balcón la escalera mohosa y de mi pasillo la lanza roja, el hacha plateada y la cuerda! ¡Ya que apaguen la sorda luz grana con su ‘Fire Escape’! Yo quiero tener en mi casa la primavera, sin posibilidad de salida.
¡Prefiero quemarme vivo, os lo aseguro!
–Diario de un poeta recién casado